Hecha la ley, hecha la trampa

 Hecha la ley, hecha la trampa.

Reza aquel viejo adagio acerca de la astucia del hombre para evadir disciplina, justicia, responsabilidades y hasta la ley misma.

Por supuesto, en sociedades avanzadas donde la confianza y el respeto son amalgama social puede dudarse de la veracidad de tal adagio, sin embargo, solo eso: dudarse, sin caer en la negación por completo del mismo.

Y es que el hombre, por naturaleza o por la sociedad que lo corrompe, se “admite” no es bueno. De hecho, el hombre es por excelencia astuto (Humanistas, n.d.) o peor aún, tal señalaba Thomas Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”, aunque en oposición, la frase de Jean –Jacques Rousseau: "el hombre es bueno por naturaleza". (Genial, n.d.) Sin embargo, la sola existencia de los Diez Mandamientos y su larga data en el escenario de la humanidad es señal clara e inequívoca de la necesidad de conducir al hombre entre mandamientos o  leyes por buen camino, hacia la consolidación de alguna armonía social.

Si el hombre fuera bueno, por la razón que fuese, nunca habría habido necesidad de los tales.

Sin embargo, la apuesta de algunos cuantos en este Nuevo Milenio es contraria a dicho hombre no bueno, y con optimismo lanzan con ímpetu y gran difusión el pregón de DDHH que surgió al final de la 2da gran guerra desde la ONU misma, para autoconstruirnos responsablemente como hombres buenos. ¿Está funcionando?

Estará funcionando tanto como el famoso pregón gubernamental de Abrazos y no balazos contra el crimen organizado y la delincuencia o este es solo el encubrimiento de alguna alianza entre ambos, como se rumora. O como se percibe, la estrategia más ridícula de combate a dicho flagelo.    

¿Qué sucede actualmente en Dinamarca o en Europa toda en relación a DDHH? ¿Qué sucede con la sociedad danesa basada en la confianza en relación con el arribo a ella de miles de inmigrantes con diferente cultura? ¿Y en Inglaterra?

¿Quiénes y cuándo auditarán los logros de dicho pregón de DDHH y cuál será el balance final?

En especial, en cuanto a desarrollo de los países, tema fundamental de los mismos DDHH, máxime cuando sabemos que tal desarrollo exige la coordinación sincronizada de todas las esferas, instituciones, funcionarios y demás participantes del Estado. Y que tales coordinación y sincronización exigen a su vez de autoridad, disciplina y orden, tanto como de respeto y confianza entre tales participantes para su óptimo desempeño.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando tales autoridad, disciplina y orden, a conveniencia de intereses individuales de los participantes en general, se intentan evadir o evaden en nombre o bajo el disfraz de tales DDHH, con el consecuente freno a dicho desarrollo?

La legislación en consecuencia debe tener carácter y certeza robusta y clara, y aunque respetando tales DDHH individuales, no correr el riesgo de someter los derechos de la mayoría, del pueblo mismo, al egoísmo, el abuso, la sed de poder y la astucia de un solo hombre o una sola mujer. Menos aún en casa.

De hecho, como resultado mismo de tales “cualidades” del hombre en sus distintas instituciones: la política, la academia, la paz y toda otra, el plagio tanto como los textos escritos por la IA a solicitud atiborran hoy día estos espacios, sin mencionar el puente de lianas en el que los mismos DDHH han puesto a vivir a millones de humanos, dejándolos a expensas de la abusiva astucia de otros.

Hecha la ley, hecha la trampa, aunque casualmente recuerdo otro viejo adagio muy en práctica hoy día: echando a perder se aprende.

J. Luis Elgueta J.

 

Referencias

Genial, C. (s.f.). https://www.culturagenial.com/es/el-hombre-es-un-lobo-para-el-hombre/.

Humanistas. (s.f.). http://www.humanistas.eu/2023/04/ciceron-el-hombre-ese-animal-astuto.html.

 

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