Democracia ¿ficticia?

Dado algunos comentarios recibidos, he considerado necesario ampliar un tanto mi perspectiva expuesta en "El Síndrome Nahualate" acerca de la democracia en nuestro país, lo cual hago a continuación. 

Como lo vivimos, el último proceso eleccionario llevó a la presidencia al buen señor Bernardo Arévalo, gracias al liderazgo del que aún goza su señor padre en el imaginario guatemalteco y, quizás, a algunas otras aristas que se mencionan en el ámbito.

Así, el Partido Semilla se alzó en primera vuelta con alrededor del 7% de los votos del padrón electoral total. Por demás, evidencia de un paupérrimo apoyo político del pueblo a dicho partido, sin embargo, la cifra: 7%, fue suficiente no solo para colocar al partido encima de muchos otros en esa oportunidad sino, además, llevarlo a la segunda vuelta del citado proceso eleccionario, donde, como se había vuelto costumbre, se votó no solo a favor de él sino en contra de la ya casi perenne adversaria de UNE.

Bien. ¿Podemos llamar democracia a este juego político? Y no me lo pregunto solo por este escuálido 7% de 2023 sino porque a lo largo de nuestra "era democrática", que debería mejor llamarse: civil, el partido político que más apoyo ha tenido en primera vuelta (FRG, 1999: curiosamente de corte militar) contó con el 25.6% de los votos del padrón electoral. De tal suerte, de 1986 a la fecha, no hemos tenido ni un solo presidente realmente democrático, es decir, apoyado por la mayoría de la población: 50% más 1, como dicta una auténtica democracia. De hecho, en primera vuelta, el voto alcanzado por la mayoría de nuestros presidentes "democráticos" oscila entre 11 y 16% del padrón electoral correspondiente.

Con estas cifras, que muchos de ustedes conocen o fácilmente pueden comprobar en la página de TSE, me pregunto, ¿nos seguimos engañando con la cacaraqueada democracia o basta? Bueno, esto queda al criterio de cada quien. El problema, sin embargo, es el efecto que el país sufre como consecuencia de tal ficticia democracia. 

Sí, lejos de ser la panacea que en general le atribuyen y aplauden, nuestra ficticia democracia es un problema de enormes dimensiones, ya que lejos del ovacionado desarrollo que las democracias verdaderas facilitan, nosotros tan solo tenemos un sistema que impone el status quo. ¿Por qué? Porque válgame Dios atentar contra la democracia. Eso es de tiranos, de dictadores, de chafarotes de los años 70, etc. etc. etc. Pero, me pregunto de manera reiterada ¿hemos tenido alguna democracia a lo laaaargo de nuestras vidas? ¿Cuándo, con quién?

—No, es que así es el sistema. —dirán algunos. Ok, de acuerdo, pero entonces llamémosle sistema chapín o latino de politiquería o cualquier otra sandez, pero no democracia. No nos engañemos.

El caos de esta democracia ficticia lo vivimos y lo sufrimos día a día, pero claro, defenderla y apoyarla conviene a todos o cuando menos, a muchos, y quizá eso es lo único realmente democrático que podamos ostentar, pues el apoyo a la democracia incluye tanto a los buenos como a los malos en el país.

Los buenos la apoyan por su misma apariencia y quizá hasta realidad de buenos. Por idealistas, una vez, como advertí, la democracia sí es panacea cuando se tiene. Así, esos buenos la apoyan también por nobles, pero también, quizá, por no darse cuenta del juego demoníaco que puede existir detrás de la misma. Y he acá entonces el meollo, pues a quien más les conviene esta democracia ficticia no es a los buenos sino a los malos, ya que tal ficción les permite seguir disfrutando de las mieles de la corrupción, chupar de la teta del Estado y campear por el país e incluso entre la comunidad internacional como Jaime por su casa, una vez se autonombran y se dan a conocer como defensores oficiosos de la democracia. Como artífices importantes de la tal, aunque ficción. Hipócritas, digo yo. Pero, ¿cuándo la delincuencia ha tenido valores? 

De tal suerte, apología, aplausos y vítores hacia la democracia surgen espontáneos desde todos los rincones, incluso me temo pueda suceder al lado mismo de la oreja del señor Presidente Arévalo. 

Sí, los más altos estandartes y defensores de la democracia, de la inexistente: el pueblo en general, la comunidad internacional y el presidente mismo, seguramente están siendo sorprendidos en alguna buena fe por estos honorables ciudadanos, caballeros defensores oficiosos de la democracia en el país. 

El guatemalteco es vivo tanto como el humano en general, por lo que el modelo que describo no puede ser exclusivo chapín. 

Así las cosas, la apología a la democracia, su glorificación en nuestro país, si bien brota con buenas intenciones en alguna esquina, en las otras tres brota por los beneficios delincuenciales que a las pandillas de pícaros les concede, les permite y hasta les protege y defiende.

Usan la democracia como disfraz para delinquir a sus anchas, tal como se usa también a la religión, a Dios mismo, para los mismos fines. Ni qué decir de los DDHH, que se han constituido en apenas dos o tres lustros en el disfraz perfecto del perfecto delincuente. 

Sin embargo, esto no es nada nuevo para quien se interesa en la conducta humana, máxime, como señalé en alguna oportunidad aquel viejo refrán: hecha la ley, hecha la trampa. Lo cual nos muestra en su integridad lo poco íntegro, honesto y correcto que en general somos.   

Pero retomando el oído del presidente, me pregunto cuántos, o mejor dicho quiénes son quienes le hacen hincapié al señor del palacio acerca de la importancia de preservar dicha democracia con el propósito de que la defienda con mayor ahínco y así, ellos, disfrutar realmente la panacea. Imposible saberlo.

Difícil y espinosa perspectiva desde la cual percibo la democracia, sin embargo, lo expongo de manera clara, transparente y respaldada con datos reales, por lo que no puede ser negada. Es más, en tanto se continúe con el bárbaro incentivo a la polarización, al pregón de varios pueblos, de hombres por acá y mujeres por allá, izquierda, derecha, militares al cuartel, pueblo unido y demás pasiones politiqueras, menos podemos pensar siquiera en alguna elección democrática: 50% más uno, a futuro. 

¿Podemos rescatar alguna auténtica democracia? Pensar que el Señor Presidente pare en seco tales pregones divisionistas, separatistas y confrontantes es una ilusión, una vez cada grupo posee sus encantos, pero a la vez sus intereses peculiares claramente definidos, y todos en común, a costa del pueblo. 

No es solo CACIF o la gremial de estos y aquellos, ni el sindicato de magisterio y ni el de congreso o las autoridades judiciales o la señora del MP. Todos los grupos, sea en lo individual o en pacto de corruptos, criminales y narcotraficantes o de amantes de la paz, defensores de la democracia, garantes de esto y de aquello, bla, bla, bla, en general pelean por su tajada en el ámbito sin importarles mucho, para decirlo con cariño, el pueblo. Como dice el refrán: el bueno es bueno hasta cuando otros no meten sus dedos en su comida. 

Pero el colmo es que hasta al mismo pueblo le pela el pueblo, tal lo demuestran Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán, municipalidades cobrando ingreso a municipios, el sindicato magisterial (cerca de 125,000 del "pueblo") contra la educación, el gremio de tuc tuc vrs EMETRA, la minería y demás conflictos sociales por: la tajada. 

Ni qué decir de la delincuencia común, que también emana del noble pueblo, tal toda la corrupción, criminalidad, usurpaciones, politiquería y demás que no solo hacen imposible reconstruir Guatemala sino, peor aún, la descomponen día a día. Sí, es el pueblo mismo quien está en el poder. No son extraterrestres ni salvadoreños o japoneses quienes ocupan la burocracia. 

Entonces, requiere suspicacia también aquel refrán de: pueblo unido jamás será vencido, porque al igual que la democracia, lejos de propiciar algún desarrollo, puede también tener como objetivo dar poder a cierta delincuencia. Tal como absurdamente lo hacen también algunos ignorantes titulados universitarios desde el MP cuando desestiman denuncias. 

Por otro lado, la autonomía municipal y su asignación presupuestaria, si bien es cierto han contribuido al desarrollo de alguna manera, no lo ha sido tanto como a la democratización de la corrupción en el país, una vez esta llega hoy a todos los rincones. La mejor prueba: los entre 15 a 30 notables y honorables ciudadanos que ahora están dispuestos a sacrificarse por el bien de sus municipios y que aparecen en las boletas eleccionarias, en comparación con lo que acontecía décadas atrás, cuando era necesario pedir favor a algún vecino para que se ocupara de la alcaldía.   

De tal suerte, más allá del señor Presidente, de su equipo de gobierno, incluso con el respaldo de Unión Europea, USA, Rusia y China: Guatemala toda la tiene difícil, una vez el poder ha sido diluido en pro de los pesos y contrapesos de una democracia que no existe, pero que se exige desde todas las esferas: sostengamos.




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