De mujeres y canciones, pero también de asociaciones...

 ...de grupos de vecinos, en especial, organizados con el noble propósito de superar obstáculos a la convivencia armónica, al disfrute de la confraternidad, el desarrollo, la paz, la seguridad, el respeto mutuo y demás poesía.

Sí, vecinos que como yo en alguna oportunidad hemos apostado por la construcción de tales nobles ideales, pero que la experiencia nos ha enseñado resultan utópicos, una vez el respeto mutuo y la visión de conjunto, de solidaridad, cuando algún grupúsculo electo toma el mando, resultan supeditados a las pasiones e ignorancia de algunos de sus miembros.

Claro, como en todo conglomerado humano, existen también personas decentes, honestas y capaces como miembros de juntas directivas, tal el grupo que hoy por hoy dirigen alguno de los vecindarios más hermosos de la ciudad. Personas conocidas de años atrás y cuya trayectoria de vida y trabajo es, sin el atrevimiento de llamar inmaculada, sí transparente y de mucha ética. 

Personas que, visto está, se han esforzado años por mejorar las condiciones de vida del vecindario, lo cual exige contar con recursos económicos, una vez nada es gratis en esta vida. Y reitero, merecedores de confianza y todo el apoyo posible; sin embargo, como todo en la vida, también perecederos y por tanto desechables y sustituibles.

Y si bien a estos primeros honorables vecinos los atrajo y unió el bien común del vecindario: la necesidad de mejorar, y se les ha visto trabajar por el mismo, nada garantiza que sus sucesores posean tal calidad personal. Máxime cuando sabemos que todo presupuesto construido sólido es un importante atractivo para sanguijuelas y vampiros esclavas del dinero.

De tal suerte, apoyar o no la construcción de toda asociación debe sopesarse también desde la posibilidad de estar creando a la vez un monstruo que luego se torne en contra de los mismos asociados, devorándoselos, tal como sucede y ha sucedido en muchísimas ocasiones. Y así, a pesar incluso de esgrimir y creer ampararse en la tenencia y aceptación general de algún reglamento legal sujeto a derecho, vemos, vivimos es más, cómo tal mismo derecho retuerce a sabor y antojo incluso la mismísima letra viva, abandonándola mancillada, sucia y mugrosa a la vera de cualquier desagüe, con sus asociados al lado y sin alguno capaz de dar siquiera primeros auxilios. Menos aún revivirla, dotándola de los pesos y la contundencia de la ética y la moral. 

Ojo, eh!!! 


José Luis Elgueta J.    


 

  

    

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