Corrupción social, de la buena, VRS corrupción egoísta, de la mala

 El tema de corrupción ha preocupado a la humanidad desde sus inicios, aunque no antes que los temas del abuso y el uso de la fuerza bruta para someter a los débiles. Sin duda, de ahí partieron las primeras ideas de alguna gobernanza equilibrada en la gestión social para beneficio de las mayorias: la democracia, pues antes de estos, gobernaba el más fuerte, sin más ni menos.

Pero, circunscribiéndome a una etapa en el tiempo ¿ha cambiado algo en realidad la gobernanza en los países del mundo luego de más de 3 mil años de aquellos aplausos a la democracia, allá, en la Grecia de Platón y demás filósofos? No.

3,000 años equivalen a 30 siglos, es decir, cerca de 120 generaciones han gobernado en los distintos países del planeta desde entonces y, ese cambio, esa democracia, aún es efímera cuando no utópica. Incluso a pesar del último esfuerzo realizado en nombrarlas primaveras democráticas.

¿O no es pues que aún gobierna el más fuerte y poderoso, incluso al amparo del uso de la fuerza bruta?

Y no me circunscribo a poderosos portaviones, cazas, tanques y demás sino a todo ser “humano” cuya naturaleza (incivilizada si se desea decir, inhumana incluso), superioridad física, económica, de posición e incluso de masa, le permiten imponerse abusivamente sobre otros, débiles.

En nuestro caso, lo observamos en delincuentes de cuello blanco y contactos políticos como en el motorista, el oficial de policía, el vecino con guardaespaldas, el periodista y el cajero del banco (no automático, claro). La esposa, el padre y hasta el hijo, en los últimos tiempos. Y en las revoluciones sociales, donde los oprimidos se convierten en opresores mediante el abuso y la fuerza bruta.

Así las cosas, somos especiales por naturaleza. Y circunscribiéndonos al ámbito de la corrupción, no es diferente. De hecho, es a través de esta que el homo corruptus logra satisfacer “necesidades” tales como: poder (fuerza económica, posicional o de masa), comodidad y vanidad.

Aunque otras causas, como la mala administración pública, en especial la lentitud y la opacidad de sus procesos, también conducen a la corrupción, ya que mediante sobornos se compra agilidad o rapidez e incluso luz verde para trámites que, de manera legal, serían imposibles.

Pero esto lo sabemos desde hace siglos. Y también sabemos que la solución solo puede ser factible desde gobiernos democráticos que deben hacer patente autoridad y castigar la delincuencia, mediante controles precisos.

Lo que también sabemos pero que a muchos le gusta hacerse de la vista gorda, por el carácter “benéfico y social” que dicha corrupción posee, es la: corrupción hormiga. El contrabando entre ellas.

El contrabando es consecuencia de la corrupción al igual que la adquisición de fastuosas residencias, yates, motos, autos y demás por los funcionarios de turno. Sin embargo, esta última corrupción duele y lástima por su carácter egoísta, una vez el o los beneficiados son dos o tres personas, en tanto en el caso del contrabando, cuando los corruptos son millones, no importa. Que siga la fiesta.

Y este, creo, es el mejor ejemplo de nuestra moral, más de como guatemaltecos, como humanos.

Vale cuestionarse de igual manera en esta línea, ¿cuánto aporta al fisco el mercado más grande de Centro América, en San Francisco El Alto, Totonicapán? ¿O la industria de turismo en las riveras del lago de Atitlán?

Otras dimensiones de esta corrupción hormiga o del pueblo, como debe llamarse, la observamos cotidianamente en calles y avenidas en la inmensa cantidad de pilotos que ignoran por completo cómo manejar y comportarse dentro de las vías púbicas, pero que sin duda portan licencia de conducir. Así mismo, en la cantidad de migrantes que atraviesan el país rumbo al norte y de conciudadanos del respetable pueblo que pagan coyotes para que los lleven ilegalmente al mismo país.

La corrupción no se limita al presidente, al ministro ni al alcalde. Ellos son los más visibles, pero, ¿cómo sabemos cuánto es el aporte de un privado de libertad al mantenimiento del sistema en cárceles?  No tenemos ni idea; menos aún, cómo desde ahí dentro delinquen para tener recursos que les permitan mantenerse en el juego de los sobornos y la corrupción.

Así mismo, la criticada construcción de carretera Palín – Antigua Guatemala, que pasa por la casa de Giammatei, según dicen. Puede que pase, sí, pero Santa María de Jesús es por mucho de los pueblos más olvidados del país. Y lejos de esa carretera de tercer nivel, debió hacerse una supercarretera, considerando la importancia del destino tanto como el abandono de dicho pueblo intermedio.

Se critica y condena con mayor pasión politiquera el egoísmo del corrupto que no comparte que la corrupción por sí misma. Una sociedad hipócrita, de doble o triple moral, dependiendo de las circunstancias.

Sin embargo, nuestro problema principal no es la corrupción, como también cantan los polítiqueros, sino la impunidad de que esta goza, una vez no hay controles, autoridad ni condena, incluso morales, para la misma.

Debe aclararse sin embargo que siendo nuestros males: naturales, aunque quizá no universales, tal impunidad no debe combatirse desde esquina ideológica alguna, una vez con ello se está dando por sentado que quienes dicen pensar y creer igual que sus pares, es imposible sean corruptos. Tal deducción, por supuesto, solo puede ser producto de ignorancia, hipocresía o ingenuidad alguna. Amen que combatiendo la impunidad desde una sola perspectiva matamos la poca democracia que pueda existir. Pero menos aún, tal impunidad debe combatirse en las altas esferas de gobierno si previo no se hace en casa y en el aula.

Y es que la corrupción, siendo natural aunque quizá no universal, sabemos existe también en la gestión administrativa privada, tal el caso de no pocas juntas directivas de complejos comerciales o residenciales donde se hace lo que se considera viable legalmente, aunque pocas veces moral.

Sí, sin duda, el combate a la impunidad debe iniciarse desde la fuente, a fin de evitar que florezca siquiera.

Sin embargo, de 20 años para acá, el orden mundial está siendo dirigido en otro sentido totalmente. En pro de las libertades individuales.

Y claro, las libertades individuales resultan atractivas. Sin embargo, el problema es el atraso y la ignorancia que muchos pueblos poseemos, y que nos hace difícil incorporarnos a tales libertades, con lo que las confundimos con libertinaje.

Así, preadolescentes y adolescentes principalmente, aunque no pocos niños, cuya interacción con el mundo exterior hoy día es muchísimo mayor que la de sus padres, se rebelan ahora más contra estos últimos que contra el sistema, una vez este sistema mismo les ampara legalmente su individualidad, sin considerar ni sopesar los graves efectos colaterales sociales de impedir a padres y escuela misma educar y formar como adultos responsables.

Hoy, el individuo goza del poder y la fuerza necesaria para no arrodillarse ni someterse a nada ni nadie. Ni siquiera al mismo sistema, en tanto le complace ese sentimiento de libertad y poder. Ni a Dios mismo, como la religión lo incentivó durante siglos.

Por si fuera poco, los Derechos Humanos le protegen e incluso incentivan a hacer valer ese poder individual, a costa del poder social. De hecho, las migraciones masivas son protegidas y hasta acompañadas en su tránsito por instituciones velantes de derechos humanos. ¿Protegerán el contrabando?

Así las cosas, y tomando en consideración que de los mismísimos derechos humanos goza el ministro o presidente más corrupto como el que atraviesa el Suchiate con cámaras (tubo de llanta flota) y huevos, leche y cereales a bordo, el combate a la impunidad se hace difícil, como lo muestra el caso que el ministro o presidente corrupto lo hace a escondidas, en tanto el contrabandista, a plena luz del día y frente a los ojos de la autoridad misma.

La corrupción, concluyo entonces, es una conducta hacia la cual el ser humano es proclive por naturaleza (circunstancial algunas veces) con el propósito de siempre intentar sacar ventaja sobre los demás, en general. Motivo por el cual debe haberse creado sociedad y gobierno milenios atrás, y así tener control, autoridad y castigo para tal inmoral y dañina conducta. Sin embargo, en las últimas décadas, las ansias de alguna primavera democrática que busca la anhelada igualdad entre los seres humanos, con el apoyo de Derechos Humanos a todos por igual, autoridad y castigo han ido siendo paulatinamente desinstalados de los gobiernos, con lo que la masa se mueve natural y libre, aunque también con cuestionadas conductas a las que somos proclives.

De hecho, no pocas veces me pregunto si tal ansiada primavera democrática no es en realidad una especie de resarcimiento a la pobre moral exhibida por el orden mundial para lavarse la cara ante el pasado sangriento y mísero en que ha mantenido a la humanidad, sin embargo, cuando recuerdo a aquel temible Dios todopoderoso que castigaría hasta la 3ra y 4ta generaciones, pues me cabe más certeza en el actuar de Moisés que de alguno de los actuales.

Por esto, mi insistencia en llamar a las primaveras democráticas como causantes del caos invernal que vivimos, y viviremos.

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