INTELIGENCIA ARTIFICIAL

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        Venimos preguntándonos desde sus mismos inicios cuán peligrosa puede llegar a ser la Inteligencia Artificial: IA. Incluso, cuál es el riesgo que la humanidad corre de caer presa y, más allá, ser extinguida por tal proyecto en proceso. En respuesta, genios matemáticos, físicos y connotadas personalidades del mundo de la informática han emitido sus opiniones: diversas, comunes e incluso contrarias al respecto, lo cual no ha hecho más que perpetuar la incertidumbre en torno al tema.

Sin embargo, partiendo de la premisa de que la IA es creada por la inteligencia humana, por el hombre: el animal más peligroso del planeta, como nos hemos reconocido, incluso ahora mismo con el flagelo de la guerra allende el continente asiático, infiero que la IA sí: puede ser peligrosa.

Pero, dado el contexto actual, veamos las bombas “inteligentes”. ¿Qué son, en esencia? Dispositivos cargados de explosivos mortales y equipados con mecanismos de movimiento, dirección, posicionamiento y reposicionamiento en el espacio, incluso tiempo, que los conducen mediante instrucciones previas indicadas hacia un blanco elegido, también previo, al cual se dirigen entonces de manera autónoma. Como se ve, IA no hay en absoluto en tal dispositivo. Ni siquiera inteligencia de alguna otra forma. Lo que vemos es una obediencia sumisa y precisa a una mente humana.

Sin embargo, recientemente ha sido dado a conocer la existencia de drónes autónomos. Estos, intuyo, han sido dotados de directrices (instrucciones no específicas o cerradas contundentemente sino con mayor apertura, tal un bucle o ciclo), que les permiten analizar y validar por sí solos, mediante cámaras, laser, scanner, detectores infrarrojos y demás recopiladores de información,  un abanico de opciones de entre las cuales sumar (lo que intuyo llaman: aprender), y ante determinada cantidad de opciones válidas, o no, elegir o desechar objetivos de fuego.

De tal suerte, intuyo nuevamente, porque no lo sé con precisión, no existen tales blancos al azar. Simplemente, este dron ha sido alimentado con instrucciones que indican de manera más amplia y diversa las características de blancos potenciales. Quizá alguna de sus instrucciones le impida dirigirse a un edificio con una cruz roja pintada en sus paredes o en el techo. Aunque, recordemos, a partir de bit, bytes y píxeles.  

Sin embargo, es innegable que el desarrollo alcanzado en ciencia y tecnología gracias a la inteligencia y el conocimiento acumulado del hombre tiene en las armas, en la capacidad para matar y autodestruirnos, su mejor escaparate. Desde la piedra empuñada hasta la bomba nuclear capaz de ser transportada en una mochila y matar a miles, el desarrollo bélico alcanzado es fastuoso, escalofriante; pero más allá, impredecible, y por tanto, incierto en cuanto a su poder destructivo.

Así pues, sí, existe un riesgo evidente de peligro con la IA, pero reitero, por la premisa de su origen: el hombre.

De hecho, la IA puede ser tan peligrosa como la pólvora, la energía nuclear y hasta como un bolígrafo Bic.  Y esta analogía nos conduce a tomar en consideración otra premisa básica en la conceptualización de dicha IA: su usuario. El hombre.

Creada por el hommo sapiens y utilizada por él mismo, la herramienta digital representa tanto peligro como ese bolígrafo Bic, que en las manos del genio musical plasmará la partitura de orquesta más melodiosa y bella, tanto como en las manos del acorralado podrá ser empuñado para amenazar la arteria yugular de otro. O el dron “inteligente” dirigirse hacia el edificio con la cruz roja pintada.  

Sin embargo, existen a la vez tremendas limitaciones para temerle a la IA. Aunque para ello es necesario previo identificar las 2 amplias categorías respecto a la IA. La robusta o fuerte y general, por un lado, y la débil y específica, por el otro.

La débil y específica es la que conocemos, tanto en nuestro teléfono celular al cual preguntamos por medio de su micrófono, y nos responde, hasta el dron mismo señalado párrafos atrás.

La fuerte y general es la de Terminator y similares. De películas. De películas de fantasía.   

Entonces, si bien es cierto el temor más común es que en algún momento posterior a su puesta en marcha, la IA sea capaz de evolucionar, y más allá de retroalimentarse con la información que el hombre le ha alimentado, sea también capaz de alimentarse por sí sola, y con ello ser creativa y tomar decisiones propias, es decir, decidir en determinado momento cierta nueva acción o conducta, y ejecutarla, con base en conocimiento que ella ha generado a partir de razonamiento y discernimiento propios, entre otros, tal Terminator, es: fantasía.

Sí, tal extremo, con todo respeto a la humanidad, es dar demasiado crédito a la inteligencia humana: IH. Con el conocimiento que actualmente se dispone, es imposible para la IH crear alguna IA general y fuerte. Afirmar lo contrario va incluso más allá de darle ese excesivo crédito a dicha IH, pues es una aseveración emocional con base en creencias y expectativas, por tanto: insensata. Cualidad muy propia de la misma IH.

De hecho, en el proceso de la vida somos solamente intermediarios; jamás creadores de la misma. Y la inteligencia va bastante más allá de la vida misma. Posee su propia dimensión, distinta, superior. De hecho, solo algunos seres vivos pueden disponer de ella y disfrutarla. Incluso entre los mismos miembros de la especie humana.

Así las cosas, por ahora, en los albores del nuevo milenio, los recursos con que la humanidad cuenta son insuficientes para crear alguna IA capaz de sustituir al hombre, menos aún de superarlo. Aunque cómo hemos revisado, sí de destruirlo, pero como herramienta en manos de otro hombre.

De tal suerte, quizá debamos sentirnos satisfechos conceptualizando a la IA como un complemento, a lo sumo una extensión de la capacidad de razonamiento o pensamiento del hombre. Otra herramienta más. Como efectivamente es la IA débil y específica, que conocemos en distintos dispositivos. Ya en el futuro mediato, con nuevos conocimientos y quizá recursos por ahora desconocidos, podrá mejorarse y hacerse más eficiente la conexión que actualmente se lleva a cabo entre esa IA débil y específica y la mente humana.

La conexión e interacción de nuestra red neuronal biológica, que cumple funciones químicas insospechadas e indispensables para la IH, con esa red neuronal artificial de la IA, que haciendo cálculos precisos y rápidos, brinda de manera oportuna información a la IH, la cual toma la decisión e instruye nuevamente para que la IA ejecute.

Sin duda, este escenario actual, aunque factible de mejorarse de manera ilimitada, sí que resulta mucho más peligroso, pues el hombre alimenta y utiliza a la IA, interactuando con ella, pero reservándose para sí la potestad de decidir, y eso, las decisiones humanas, son las que en determinado momento suelen estar equivocadas, sea por prejuicios, emociones o, en el mejor de los casos, alguna verdad a medias, entre otras, características propias de los seres humanos. Y con ellas llevarnos a matar a cien, mil o cincuenta mil personas por equivocación, como ha sucedido tantas veces, aunque con mayor relevancia se recuerda o sabe ahora, lo que sufrió la escuela francesa de Fredericksberg, en Copenhague, durante la 2da guerra mundial. Además, no es precisamente Putin quien interactúa. Y tampoco la Madre Teresa.

Es imperante tomar en consideración también la continuidad o relatividad de nuestros motivos, los cuales campanean entre lo racional y lo emocional, sin que uno u otro sean, en los más de los casos, absoluto. Estrictamente racional, para nuestro caso.

De tal suerte, para lograr esa interacción: IH & IA, de la manera más segura posible para la humanidad, la red neuronal artificial debe diseñarse originalmente con algoritmos y comandos que impidan obedecer instrucciones de la red neuronal biológica a cargo: el cerebro humano, que sean contrarias al bienestar de la humanidad.

Pero ¿qué es bueno y qué es malo para la humanidad? Y no menos importante ¿quién lo decide y cómo? Estas son interrogantes que deberíamos respondernos previo a concebir tales sistemas combinados.

¿Por qué China es indiferente al ataque de Rusia contras Ucrania? Si esta tuviera el control de tal sistema, ¿frenaría la guerra? Y qué decir de OTAN, USA, Francia, Alemania o Suiza solas?

Entre tanto, mueren miles. Lo cual, en estos momentos de la historia humana, es desconcertante por completo. Un regreso hacia algún pasado que creíamos superado.

No es este acaso un escenario que nos lleva a pensar con que ojalá tuviéramos alguna inteligencia artificial fuerte y general, autónoma, que nos corrigiera el rumbo y llevara a estadios superiores de evolución social, y con ello, más allá de impedir guerras: a la paz, la armonía y la solidaridad: PAS.

Pero ¿son esos los anhelos de la humanidad? No creo. Nuestra historia de milenios y cientos de generaciones sin alcanzarlo lo confirma. De hecho, cuando menos desde las tablas de Moisés y las prédicas de Buda, Confucio y Mahoma, entre otros antiguos, o los más recientes: Gandhi, Madre Teresa, Nelson Mandela o el mismo Dalai Lama, el fracaso de la gestión es absoluto.

Quizá entonces el esfuerzo o la intención no deba permanecer en una sola persona.

Probablemente, el presente y futuro de la humanidad deba construirse con alguna inteligencia común. Lo mismo que se pretende hacer desde las organizaciones mundiales hoy día, aunque procurándolo de manera inteligente o cuando menos no política ni comercial y mucho menos unilateral.

Así las cosas, varias décadas adelante quizá sea un panel de intelectuales, políticos y científicos cuyos cerebros se conecten, comuniquen y coordinen con otro sistema de inteligencia artificial de mayor envergadura probable entonces. Una red de cerebros comunicándose y apalancándose mutuamente con un sistema de neuronas artificial, en procura del mejor destino para la humanidad, donde la inteligencia artificial, objetiva como debe ser: racional, limitará las posibilidades de decisión que alguna emoción política o simple interés económico o de poder intente sobreponerse a ese desarrollo y futuro de la humanidad.

Por ahora, fantasía. Tal como la misma IA autónoma, por ahora.

Adicionalmente, dada su relevancia misma, debemos considerar otro factor. El otro probable rol del hombre en el sistema. En este caso, el hombre ajeno, el externo o, mejor dicho: el enemigo.

Sí, todo sistema de IA no solo debe estar a salvo de los mismos “buenos” sino también a salvo de los “malos”: los hackers y piratas de la informática. Quienes sin duda intentarán, tal vienen haciendo, llevar a cabo ataques cibernéticos para apropiarse de algunos de sus esbozos tanto como de sus algoritmos y demás, o peor aún, modificar estos con el propósito de incidir de manera egoísta y para beneficio individual de otros u otro en las decisiones que el sistema pueda tomar en relación con la humanidad.  De tal, más allá de crear sistemas artificiales de inteligencia, debe también blindárseles. Hacerlos seguros.

Por otro lado, y en relación con la IA que conocemos actualmente, abril de 2022: débil y específica, como se le categoriza, es prudente revisar otras aristas.

 Evidentemente, sus beneficios son asombrosos. De hecho, disfrutamos de tal herramienta en varios escenarios de nuestra vida cotidiana. Y el amplio espectro de lo que se percibe vendrá parece maravilloso.

Sin embargo, no podemos limitarnos a mencionar solo los beneficios. Estos, los conoceremos de una u otra forma, pues la necesidad de darlos a conocer para generar su demanda, y su venta, es tácita. Son otras aristas, de hecho las que no se mencionan, las que quizá deben ocuparnos.

 Y es que si la IA tiene, entre otros, el objetivo de hacernos más fácil y cómoda la vida, y debe contribuir también con las ciencias médicas y demás tecnologías de la salud para prolongar nuestra esperanza de vida de manera artificial (como en lo personal lo catalogo desde el momento mismo cuando nos inocularon una primera vacuna, tomamos algún medicamento antibiótico para tratar alguna infección o salimos recuperados de alguna operación quirúrgica, entre algunas de las tantísimas opciones de que ahora disponemos para procurarnos algún tiempo adicional de vida) debemos entonces estar atentos también al efecto adicional que dicha IA pueda causar en la población, como ya sin la misma lo ha causado la industria médica. 

 Sí, la ciencia médica y su desarrollo y descubrimientos durante el último siglo han contribuido al aseguramiento de la vida desde el neonato mismo tanto como prolongando la esperanza de vida. Mismos que han roto el equilibrio natural de vida y muerte, haciendo crecer exponencialmente la población, y en consecuencia, arriesgando la sobrevivencia de la humanidad misma.

De hecho, se dice que la esperanza de vida podrá ser de 140 a 150 años, y que la primera generación con tal “éxito” está naciendo ahora mismo.

 Tales “avances médicos” nos han expuesto entonces, aunque quizá inadvertidamente, a tal riesgo, al extremo que las investigaciones y esfuerzos en las últimas décadas por alcanzar otros planetas mediatos no se han hecho esperar.

Tales riesgos de sobrepoblación y catastróficos efectos pueden verse desde los esfuerzos en China de mediados del siglo pasado, cuando esbozó sus primeros intentos por controlar los embarazos. Al inicio, promoviendo el matrimonio tardío, luego el uso de anticonceptivos y finalmente en 1979, instituyendo el programa: hijo único, cuyo cumplimiento era premiado, así como castigado incluso con la esterilización y el aborto su incumplimiento. Además de prohibir el matrimonio a menores de 22 años.

Hoy día, similares políticas han sido impuestas en el mundo occidental, aunque de manera subjetiva pero más efectiva, por medio de la comunicación y su función persuasiva. Desde la promoción del matrimonio tardío, el repunte de derechos y libertad para la mujer, uso de anticonceptivos, libertad y autodeterminación sexual, la vida en soledad, sexo virtual, masturbación y otros, cuyo propósito radica en impedir la pareja y la familia tradicional, y con ello disminuir embarazos, nacimientos y neonatos: la población mundial.

Por supuesto, el aporte de la inteligencia artificial en este ámbito también se hace presente, aunque su desarrollo y masificación aún está en incipiente proceso: el sextech, androies y ginoides serán pronto una realidad que, con mucho, satisfarán una de las necesidades básicas más importantes del ser humano: el sexo, contribuyendo significativamente con ello a la reducción de embarazos, partos y neonatos: sobrepoblación.

 Sin embargo, la duda es si la IA logrará ese equilibrio poblacional en el planeta. ¿Será capaz la IA de sustituir el placer humano del sexo natural por otro artificial, y con ello echar por la borda millones de espermatozoides, evitando seres humanos?

 ¿Y qué de la familia? Engendrar no es solo deseo sexual, va mucho más allá. Es probablemente algún reclamo en este instante, sin embargo, como mencioné 3 o 4 párrafos atrás, el concepto de familia está siendo desechado por la comunicación.

Entre tanto, asumiendo que la IA logra el equilibrio de la población con el planeta, incluso incrementando la capacidad de producción agrícola, quizá ya no sea urgente entonces escapar hacia otro, sin embargo, la tecnología, incluida la misma IA, no solo podrán permitirlo sino hacerlo más eficiente, tanto en procesos como en costos. Otra arista interesante.

Sí, se dice de la mejora sustancial obtenida en las comunicaciones desde y hacia el espacio, principalmente la ISS, así como de los favorables resultados obtenidos en gestión de agricultura espacial gracias al oxígeno artificial, iluminación, temperaturas, recopilación, análisis de datos y demás factibles de controlar con mayor eficiencia mediante dicha IA. Esto, aunado a los esfuerzos por intentar procesos de hibernación para los astronautas en viajes largos, puede redundar en mayores posibilidades de éxito para expandirnos hacia el universo.

 Para finalizar, la inteligencia artificial es pues otra obra cumbre del hombre. Otra herramienta que como en sus albores lo fueron el fuego, la rueda, el arco y la flecha, la pólvora, la electricidad, la radio, la energía atómica, el internet y tantos más, incluso el bolígrafo Bic, que revolucionaron nuestra vida en el planeta; aunque esta, la IA, también lo hará en el universo. Sin duda. ¿O con duda?

 Totalmente: con duda. Pues: “Parir entonces otra inteligencia a partir de una inteligencia que puede ser obnubilada por pasiones, emociones e incluso por verdades a medias, es sumamente peligroso. Principalmente para su creador: el hombre mismo.”

Así las cosas, el peligro recae en el hombre, siempre, por lo que se señaló párrafos atrás, aunque de alguna manera paradójica: quizá hasta de beneficio para la humanidad sería alguna inteligencia artificial autónoma capaz de corregirnos.

 

Guatemala, abril 5, 2022

 

BIBLIOGRAFÍA

https://www.clasesordenador.com/como-la-tecnologia-de-datos-apunta-a-mejorar-los-viajes-espaciales/

https://elpais.com/icon/bienestar/2020-12-28/en-que-consiste-el-sextech-el-sexo-que-practicaremos-en-el-futuro.html

https://www.xataka.com.mx/espacio/esa-quiere-hibernar-astronautas-usando-inteligencia-artificial-para-ahorrar-costes-viajes-espaciales-a-marte

https://apuntesdedemografia.com/polpob/maltusianismo/china-y-el-hijo-unico/

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57307247

https://computerhoy.com/reportajes/tecnologia/inteligencia-artificial-469917

https://openai.com/

https://www.bbvaopenmind.com/articulos/el-futuro-de-la-ia-hacia-inteligencias-artificiales-realmente-inteligentes/?fbclid=IwAR1txp4c4EnBvcA5iClna6xAU97HRkY-DjLvxhABpY-NLAjF_lAI8w1q2FQ

https://www.xeridia.com/blog/redes-neuronales-artificiales-que-son-y-como-se-entrenan-parte-i

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